Ícaro. Canciones de Alegría.
Todo me pesa, mis brazos son como alas de plomo,
incapaces de moverse.
Cabizbajo observo la mundicia en la que vivo,
la porquería de mundo que estamos heredando, dejando.
Me siento atrapado, mis piernas son como garras
desafiladas, desgastadas, renqueantes.
Oigo por fin tus primeras melodías,
como chispas que encienden mi motor,
y empieza a latir, pausadamente, mi corazón.
Mi cabeza se alza, al escuchar tu voz.
Mis ojos (como si se curasen de su enfermedad)
logran ver en lo más alto y lejano,
un cielo, alumbrado por la luna llena.
Se levanta un fuerte viento,
golpea por detrás mi pelo,
y mi espalda nota tu excitante aliento.
Mis brazos se empiezan a mover,
como si despertaran de un letargo,
de una larga espera.
Mis piernas se inclinan de un lado a otro,
de atrás a delante,
en perfecta sinfonía con tu dulce cantar.
- Te echaba de menos.
- Sabía que algún día, de nuevo, vendrías a por mi.
Siento como mis alas se empiezan a batir,
cada vez con más fortaleza, con mayor determinación.
Mis garras, rapaces, inclinan mi cuerpo, voy a saltar.
- Oigo tu voz...te amo, te amo, te amo.
-¡Ya estás aquí!.
Salto, sin miedo, sin ningún tipo de miedo, libre.
Y de un golpe emprendo mi majestuoso vuelo.
En el infinito cielo tus azulados ojos brillan, están allí.
Sigo batiendo mis alas, recojo mis garras.
Subo, subo y subo cada vez más.
Noto un aire caliente como acaricia mi frente,
y abajo solo hay millones de lucecitas y diminutos puntitos
de un mundo que, ahora, poco me importa.
-Sigo oyendo tu voz...te amo, te amo, te amo.
-Noto tu presencia, junto a mi.
Danzando por el aire, dibujando siluetas, imposibles en tierra,
posibles aquí.
Cierro mis ojos, mi pecho se hincha, aspiro...me detengo, suspendido,
expiro... y me dejo caer.
Sonrío, me estremezco de alegría, de serenidad,
la libertad de volar tatuada en mi piel.
Vuelvo a mirar por última vez mi querida luna.
Lentamente desciendo, hasta que toco el suelo,
Y aunque la cruda realidad me invade de nuevo,
aún me siento ligero.
Lacrimosos ojos, se despiden de tu voz,
de tu inconfundible sinfonía.
-He disfrutado de ti, gracias por hacerme sentir así.
-Sabía que vendrías a regalarme este Don,
y de sentir tu perdón.
Seis minutos y diecisiete segundos de éxtasi en la más absoluta gloria.
Gracias a Massive Attack.
Bueno, bueno, pequeño escritor de tres al cuarto.
Observo con alegría y estupor esas renovadas ganas de volver a decir cosas, a contar cosas... Espero que no decaigas ni pierdas, aunque sea momentaneamente, esa musa que nos inspira.
Ahora me toca pasar el ciclo flojo a mi.
¡Saludos, amigo!