Mi Ángel. IIª parte.
Era uno de esos domingos, en los que tu casa te pide a gritos un poco más de atención, que debía dedicarme a ella, eso sí, con toda la tranquilidad del mundo y más lo acontecido ese mismo fin de semana.
Un domingo, pero no como otro cualquiera, sinó de esos que hubiera querido haberme esfumado, desaparecido,...apartarme del pasado y arriconconarlo en el bahúl de los recuerdos.
-¡Qué sorpresa!, en mi móvil un sms tuyo.
Por fin respiré el alivio necesitado, mi llamada de socorro escuchada, por fin mi Ángel.
Fue la primera vez que sentí que nos necesitábamos, que necesitábamos vernos, hablar y sobre todo apoyarnos el uno en el otro.
Mis sentidos motrices se revolucionaron. Pasé de la imperiosa necesidad de tomarme las cosas con calma, a saltar de un lado a otro de la casa, limpiando como un poseso, escuchando esa canción que tanto te gusta.
Barcos anclados.
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando te ví: ¿le doy un abrazo, me abrazará?.
Nada de nada, mucho me tenía que no era el lugar ni el momento más idóneos.
Buscamos cobijo en una solitaria terraza, de un solitario puerto, donde yacían anclados pequeños barcos, veleros,... que bailaban al vaivén de un ligero viento que removía el mar.
Por un instante apareció mi dulce sueño de coger uno de ellos y zarpar, llenándome de calma y apaciguando mis nervios...(¿le abrazo, me abrazará?).
Los nervios desaparecieron, hasta que, entre frase y frase, conversación tras conversación, reapareció en mi cabeza una importante pregunta que te debía hacer, y que debía aclarar lo antes posible, eso sí, con una cerveza en el estómago y la segunda en la mano. La duda desapareció.
A cada paso, a cada instante de charla, presentía que había algo más en común, entre tú y yo, de lo que nuestros ojos veían. Un susurro en mi cerebro: ¡me gustas, me gustas!.
Hasta que...¡zas!, dije algo, involuntariamente por supuesto, que no debí decir, algo que no te gustó,...y aunque la conversación continuó...tu muro, de nuevo, se alzó ante mi, y mi escudo se recolocó en posición defensiva.
¡No, no y no!, me negaba rotundamente a que me evaluasen así, a la ligera, sin tener en cuenta todo lo bueno que había hecho. Por un crimen, que nisiquiera sabía cuál era. Así de dramático lo veía, cuando yendo hacia el coche, creía que sería la última vez, una de esas fatídicas rayadas que se convierten en insostenibles montañas. Eso creía...
Sin más palabras, sin más excusas, sin más necesidad de ir detrás de nadie pidiendo perdón,..saqué las llaves del coche y...me dije: "pues vale, hasta aquí, pues hasta aquí".
Pero esa pequeña y recién nacida llama iluminó la oscura noche, iluminó nuestro confuso sendero. Me encendió y sin más armas que las ya usadas, decidí acabar con todo eso... y te abrazé.
De nuevo sentí el calor de tu cuerpo, de tu corazón, de algo que hay y que se resiste a salir,... y una paz profunda envolvió mi mente, hasta que volví a sentir el deseo, como el primer día que te abrazé.
Les gens que j'aime.
Ese algo que hay, escondido y desconocido, nos dijo que si estábamos allí era por algo. Y ese algo no iba a morir así por así.
Sin dudarlo te llevé a un lugar, del cual nos íbamos a acordar siempre, y no por todo lo acogedor, encantador y precioso de dicho pub, sinó por lo que allí ocurriría.
La llama cogía fuerza, y todo gracias a los agradables momentos que están caracterizando nuestra relación. Y más fuerza, tras esquivar en un par de ocasiones, las dudas sobre si realmente sentimos algo más o no.
No me lo pensé la tercera vez, tenía que ser allí, en un lugar mágico, donde las distancias se estrechan y las barreras se desmoronan,...y, ante tus insinuaciones,...
Un beso, tu mordedura, de serpiente,
inyectaba un plácido veneno,
que me paralizaba al instante.
Herido por la fatal picadura,
mi inherte cuerpo,
intentaba responder,
suaves besos,
para calmar a mi depredador.
Un beso, caníbal,
dispuesto a devorarme,
a comerme cada célula de piel,
de carne, de huesos.
Gravemente herido,
defendiendo mis labios,
con breves pausas,
mientras acariciaba la cara,
de mi fatal verdugo.
Un beso, un picozato,
de un ave rapaz,
desgarraba, poco a poco,
pequeños trozos de mi alma.
Moribundo...¡Llegaste al fondo de mis entrañas!,
una bestia, dispuesta a contraatacar,
mordisquenado tus labios, tu cuello.
Bestia, loca y sedienta,
dispuesta a presentar batalla.
Un beso, tan tierno y cálido como la noche....
...¿cruzaste tu línea?.
Cruzando la línea.
Como dos aventureros,
perdidos en una recóndita selva,
confundidos, pero alertados,
perdidos en un mundo nuevo.
- Parecía como si te conociera de hace muchos meses. Escuché.
Dos completos desconocidos,
esperando alguna respuesta,
nerviosos, espectantes,
mirando de reojo,
el otro lado del río, del lecho.
- No puedo evitar abrazarte. Escuchaste.
Dos adolescente, cogidos,
sin más en el más allá,
dos inconscientes,
muy conscientes,
que anhelaban abrazarse.
Dos segundos, como horas,
eternas, fugaces.
Era el momento,
entre la temblorosa noche y
el primer haz de luz.
Era el momento,
el águila y el lobo,
reencarnados en sensualidad,
en ganas, juntos, por fin,
enganchados.
Mirandónos a los ojos,
con miradas pueriles,
insensatas,
reviviendo en nuestros pensamientos,
sensaciones olvidadas.
Noches sin dias,
días sin noches.
Extraños sin esperar el alba,
que nos cogió desprevenidos,
y terminó con el hechizo.
Yo sentí traspasar la línea. Un hoguera, potencialmente, pero reprimida, demasiado controlada. Me quitaste el alma, crucé la línea. Te entregué mis labios, ya son tuyos, te entregué mi piel, ya son tuyos, te entregué mi sudor, ya es tuyo, te entregué mis latidos, ya son tuyos,...solo tuyos.
Y tú...¿Cruzaste la línea?
"(Suspiro). Buenos y profundos días...Aquí me tienes, donde el P, tomando mi primer café, en mi nube y con mi ¡¡Chupetón!!. Me encanta tenerte presente, pensar en ti, hablar contigo, nuestros sms,...besarte, cruzar la línea las veces que haga falta. Muac. Es lo que tiene estar enamorándote de alguien. Besos".
Un domingo, pero no como otro cualquiera, sinó de esos que hubiera querido haberme esfumado, desaparecido,...apartarme del pasado y arriconconarlo en el bahúl de los recuerdos.
-¡Qué sorpresa!, en mi móvil un sms tuyo.
Por fin respiré el alivio necesitado, mi llamada de socorro escuchada, por fin mi Ángel.
Fue la primera vez que sentí que nos necesitábamos, que necesitábamos vernos, hablar y sobre todo apoyarnos el uno en el otro.
Mis sentidos motrices se revolucionaron. Pasé de la imperiosa necesidad de tomarme las cosas con calma, a saltar de un lado a otro de la casa, limpiando como un poseso, escuchando esa canción que tanto te gusta.
Barcos anclados.
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando te ví: ¿le doy un abrazo, me abrazará?.
Nada de nada, mucho me tenía que no era el lugar ni el momento más idóneos.
Buscamos cobijo en una solitaria terraza, de un solitario puerto, donde yacían anclados pequeños barcos, veleros,... que bailaban al vaivén de un ligero viento que removía el mar.
Por un instante apareció mi dulce sueño de coger uno de ellos y zarpar, llenándome de calma y apaciguando mis nervios...(¿le abrazo, me abrazará?).
Los nervios desaparecieron, hasta que, entre frase y frase, conversación tras conversación, reapareció en mi cabeza una importante pregunta que te debía hacer, y que debía aclarar lo antes posible, eso sí, con una cerveza en el estómago y la segunda en la mano. La duda desapareció.
A cada paso, a cada instante de charla, presentía que había algo más en común, entre tú y yo, de lo que nuestros ojos veían. Un susurro en mi cerebro: ¡me gustas, me gustas!.
Hasta que...¡zas!, dije algo, involuntariamente por supuesto, que no debí decir, algo que no te gustó,...y aunque la conversación continuó...tu muro, de nuevo, se alzó ante mi, y mi escudo se recolocó en posición defensiva.
¡No, no y no!, me negaba rotundamente a que me evaluasen así, a la ligera, sin tener en cuenta todo lo bueno que había hecho. Por un crimen, que nisiquiera sabía cuál era. Así de dramático lo veía, cuando yendo hacia el coche, creía que sería la última vez, una de esas fatídicas rayadas que se convierten en insostenibles montañas. Eso creía...
Sin más palabras, sin más excusas, sin más necesidad de ir detrás de nadie pidiendo perdón,..saqué las llaves del coche y...me dije: "pues vale, hasta aquí, pues hasta aquí".
Pero esa pequeña y recién nacida llama iluminó la oscura noche, iluminó nuestro confuso sendero. Me encendió y sin más armas que las ya usadas, decidí acabar con todo eso... y te abrazé.
De nuevo sentí el calor de tu cuerpo, de tu corazón, de algo que hay y que se resiste a salir,... y una paz profunda envolvió mi mente, hasta que volví a sentir el deseo, como el primer día que te abrazé.
Les gens que j'aime.
Ese algo que hay, escondido y desconocido, nos dijo que si estábamos allí era por algo. Y ese algo no iba a morir así por así.
Sin dudarlo te llevé a un lugar, del cual nos íbamos a acordar siempre, y no por todo lo acogedor, encantador y precioso de dicho pub, sinó por lo que allí ocurriría.
La llama cogía fuerza, y todo gracias a los agradables momentos que están caracterizando nuestra relación. Y más fuerza, tras esquivar en un par de ocasiones, las dudas sobre si realmente sentimos algo más o no.
No me lo pensé la tercera vez, tenía que ser allí, en un lugar mágico, donde las distancias se estrechan y las barreras se desmoronan,...y, ante tus insinuaciones,...
Un beso, tu mordedura, de serpiente,
inyectaba un plácido veneno,
que me paralizaba al instante.
Herido por la fatal picadura,
mi inherte cuerpo,
intentaba responder,
suaves besos,
para calmar a mi depredador.
Un beso, caníbal,
dispuesto a devorarme,
a comerme cada célula de piel,
de carne, de huesos.
Gravemente herido,
defendiendo mis labios,
con breves pausas,
mientras acariciaba la cara,
de mi fatal verdugo.
Un beso, un picozato,
de un ave rapaz,
desgarraba, poco a poco,
pequeños trozos de mi alma.
Moribundo...¡Llegaste al fondo de mis entrañas!,
una bestia, dispuesta a contraatacar,
mordisquenado tus labios, tu cuello.
Bestia, loca y sedienta,
dispuesta a presentar batalla.
Un beso, tan tierno y cálido como la noche....
...¿cruzaste tu línea?.
Cruzando la línea.
Como dos aventureros,
perdidos en una recóndita selva,
confundidos, pero alertados,
perdidos en un mundo nuevo.
- Parecía como si te conociera de hace muchos meses. Escuché.
Dos completos desconocidos,
esperando alguna respuesta,
nerviosos, espectantes,
mirando de reojo,
el otro lado del río, del lecho.
- No puedo evitar abrazarte. Escuchaste.
Dos adolescente, cogidos,
sin más en el más allá,
dos inconscientes,
muy conscientes,
que anhelaban abrazarse.
Dos segundos, como horas,
eternas, fugaces.
Era el momento,
entre la temblorosa noche y
el primer haz de luz.
Era el momento,
el águila y el lobo,
reencarnados en sensualidad,
en ganas, juntos, por fin,
enganchados.
Mirandónos a los ojos,
con miradas pueriles,
insensatas,
reviviendo en nuestros pensamientos,
sensaciones olvidadas.
Noches sin dias,
días sin noches.
Extraños sin esperar el alba,
que nos cogió desprevenidos,
y terminó con el hechizo.
Yo sentí traspasar la línea. Un hoguera, potencialmente, pero reprimida, demasiado controlada. Me quitaste el alma, crucé la línea. Te entregué mis labios, ya son tuyos, te entregué mi piel, ya son tuyos, te entregué mi sudor, ya es tuyo, te entregué mis latidos, ya son tuyos,...solo tuyos.
Y tú...¿Cruzaste la línea?
"(Suspiro). Buenos y profundos días...Aquí me tienes, donde el P, tomando mi primer café, en mi nube y con mi ¡¡Chupetón!!. Me encanta tenerte presente, pensar en ti, hablar contigo, nuestros sms,...besarte, cruzar la línea las veces que haga falta. Muac. Es lo que tiene estar enamorándote de alguien. Besos".
Continuará...
(Dedicado a Marta)