El Super Grupo. Años dorados.
Estamos en el año 1999, cuando un grupito de amigos, vulgares y comunes, se demostraron así mismos que no eran tan "mediocres" como pensaban.
Primero fue Litros quien incorporó al Ruso y al Freaky, este hizo lo propio con el Loco, y así hasta el Indio.
Semana tras semana se reunían para disfrutar de unos amistosos partidos de fútbol-sala, en un viernes noche.
Como mandaba la tradición, y después de cada encuentro, el Sil (perdón el Barna) era centro de acogida de esos jóvenes futbolistas abocados al exceso: tapas, la super-completa, cervezas, y turbio, más turbio.
Esa relación se fue consolidando poco a poco, derrota tras derrota, fracaso tras fracaso, paliza tras paliza, hasta me atrevería a decir: humillación. Pero a ese grupo de ensimismados deportistas les unía más aún, cuando después del Barna, una extraña devoción alcohólica, y una compartida hemorragia descerebral, que les llevaba al Butiklan (perdón el templo amor, para alguno).
A pesar de las derrotas, nuestro grupo de amigos, seguían haciendo camino, conociéndose y labrándose un inesperado futuro futbolero, sin importarles demasiado las tantísimas derrotas.
En el año 2000, llegaron tiempos difíciles para el Polideportivo de la Marbella (perdón, el centro zen de sudores y pateadas, para otro), y empezaron a faltar gente con la que completar los dos equipos. Aunque no era el caso de nuestro grupo, sinó el de los rivales (por norma), cuando tres o cuatro de ellos, tenían obligaciones con sus respectivos clubs. Que si debían entrenar, que si las novías, que si... vamos los figurines,..bla, bla,...
Pero el grupo seguía intacto. Llegaron los partidos de cuatro contra cuatro, incluso, la modalidad más bestia y absurda: tres contra tres, ¡y sin recortar campo, ni qué gaitas!.
A excepción de algún que otro viernes, en donde se recobrada la normalidad cuando se incluía a gente (no habitual) desesperadamente.
Y el grupo seguía intacto.
Allá por el 2001 y tras unos duros meses de árduos esfuerzos físicos, entrenos pseudo-militares de tres contra tres, y la resistencia mental para no deseperar, la normalidad llegó.
Los figurines y sus amiguetes de toda la vida, volvían a la cancha.
Pero esta vez se encontraron, no con un grupo de mediocres y perdedores, sinó con un Super-Grupo.
El Indio (como su propio nombre indica) dejó de hacer el Indio con el balón
(hasta se tropezaba con él), para convertirse en el Super Hero, con su Hiper, Mega, Super velocidad se convirtió en el máximo goleador, el esnifabandas, con gran regate, con super visión de gol e instinto letal. La sangre sudámerica y la samba del equipo.
El Freaky dejó de seguir la pelota como un sabueso detrás de un hueso sin saber qué hacer luego con ella, para transformarse en El Brujo, capaz de teletransportarse de un lado a otro de la pista, de la defensa al ataque, y con sus sobrenaturales recuperaciones de balón (¿cómo cojones lo ha hecho?, ¿acaso será magia?), y subía la pelota por su banda hasta la esquina contraria, con su técnica palanca de Oz.
El Ruso dejó de ser ese torpe mastodonte que no sabía como darle al balón, para convertirse en El Bestia, allí donde ponía el pie al contrario, además de coger la pelota, le regalaba la patada, se estrompaba contra él, como si de un muro de ladrillos se tratase. E incluso aprendió a pasar la bola decentemente y a jugar en equipo.
El Litros, el veterano, el más mayor de todos, empezó a lubricar sus oxidadas y metalizadas articulaciones, para convertirse en El Latas. Calculador, gritón, peleón, minucioso como un microprocesador, corría de arriba a abajo sin romperse (¡Glória bendita cuando se chocaba con un rival y parecía ni inmutarse!).
Y por último yo, El Loco. Dejé de ser ese miope pupas, que no daba un pase a menos de dos metros, que no sabía ni organzir mi propia locura como para organizar a los demás, eso si no me hacía un esguince, y así pasé a ser El Capitán Hispania, cogí a mis amigos y los convertí en una patria, en algo por lo que luchar cada viernes, una bandera, y gritaba, animaba, no dejaba que se desanimasen, e incluso cuando me tocaban ya estaba agarrando el escudo para repartir.
El Latas y yo éramos la espina dorsal del equipo: organización defensiva y ofensiva.
El Super Hero la chispa, la genialidad y el gol. El Bestia era el muro, el último bastión para parar un contragolpe o lanzarlo. El Brujo era la magia (bueno su: ¡no sé cómo, pero lo ha hecho!), el incombustible luchador.
Y así fue como, durante tres encuentros les dimos a esos creídos de su propia receta:
tres partidos ganados, pero el tercero fue la madre de todas las humillaciones: 13 a 2.
Recuerdo como uno de nuestros rivales (de cuyo nombre prefiero no acordarme) gritaba: ¿Pero qué hacen estos?, ¡no puede ser que estos patanes nos hagan esto!. Y era respondido por uno de sus compañeros, el Bonell (el más agradable, el único de ellos que venía para hacer los famosos tres contra tres, el más cuerdo de nuestros rivales): ¿Tú dónde estabas cuando jugábamos tres contra tres?, ¡pues ellos no han parado de venir!.
Una fea entrada rival (por parte de ese sin nombre) hacia mi, fueron suficientes, para que El Latas (pie en mano) y El Bestia (ladrillo, también en mano) se acercaran al tarao para recriminarle: ¡¡Aquí estamos entre amigos, y a mi un chalado como tu no me jode la pierna, que yo el lunes voy a trabajar, no sé tú!!!... Y sin finalizar el partido lo dimos por acabado.
Aquí tenéis a los componentes del Super Grupo. De izquierda a derecha:
El Super Hero, El Capitán Hispania, El Bestia, La Musa Maravillas de nuestra inspiración futbolera (que a día de hoy ya no está con nosotros, por cierto, si alguien conoce alguna Musa,....que la traiga cuanto antes, por favor). El Latas y El Brujo.
No fue bueno, pero fue lo mejor.
Primero fue Litros quien incorporó al Ruso y al Freaky, este hizo lo propio con el Loco, y así hasta el Indio.
Semana tras semana se reunían para disfrutar de unos amistosos partidos de fútbol-sala, en un viernes noche.
Como mandaba la tradición, y después de cada encuentro, el Sil (perdón el Barna) era centro de acogida de esos jóvenes futbolistas abocados al exceso: tapas, la super-completa, cervezas, y turbio, más turbio.
Esa relación se fue consolidando poco a poco, derrota tras derrota, fracaso tras fracaso, paliza tras paliza, hasta me atrevería a decir: humillación. Pero a ese grupo de ensimismados deportistas les unía más aún, cuando después del Barna, una extraña devoción alcohólica, y una compartida hemorragia descerebral, que les llevaba al Butiklan (perdón el templo amor, para alguno).
A pesar de las derrotas, nuestro grupo de amigos, seguían haciendo camino, conociéndose y labrándose un inesperado futuro futbolero, sin importarles demasiado las tantísimas derrotas.
En el año 2000, llegaron tiempos difíciles para el Polideportivo de la Marbella (perdón, el centro zen de sudores y pateadas, para otro), y empezaron a faltar gente con la que completar los dos equipos. Aunque no era el caso de nuestro grupo, sinó el de los rivales (por norma), cuando tres o cuatro de ellos, tenían obligaciones con sus respectivos clubs. Que si debían entrenar, que si las novías, que si... vamos los figurines,..bla, bla,...
Pero el grupo seguía intacto. Llegaron los partidos de cuatro contra cuatro, incluso, la modalidad más bestia y absurda: tres contra tres, ¡y sin recortar campo, ni qué gaitas!.
A excepción de algún que otro viernes, en donde se recobrada la normalidad cuando se incluía a gente (no habitual) desesperadamente.
Y el grupo seguía intacto.
Allá por el 2001 y tras unos duros meses de árduos esfuerzos físicos, entrenos pseudo-militares de tres contra tres, y la resistencia mental para no deseperar, la normalidad llegó.
Los figurines y sus amiguetes de toda la vida, volvían a la cancha.
Pero esta vez se encontraron, no con un grupo de mediocres y perdedores, sinó con un Super-Grupo.
El Indio (como su propio nombre indica) dejó de hacer el Indio con el balón
(hasta se tropezaba con él), para convertirse en el Super Hero, con su Hiper, Mega, Super velocidad se convirtió en el máximo goleador, el esnifabandas, con gran regate, con super visión de gol e instinto letal. La sangre sudámerica y la samba del equipo.
El Freaky dejó de seguir la pelota como un sabueso detrás de un hueso sin saber qué hacer luego con ella, para transformarse en El Brujo, capaz de teletransportarse de un lado a otro de la pista, de la defensa al ataque, y con sus sobrenaturales recuperaciones de balón (¿cómo cojones lo ha hecho?, ¿acaso será magia?), y subía la pelota por su banda hasta la esquina contraria, con su técnica palanca de Oz.
El Ruso dejó de ser ese torpe mastodonte que no sabía como darle al balón, para convertirse en El Bestia, allí donde ponía el pie al contrario, además de coger la pelota, le regalaba la patada, se estrompaba contra él, como si de un muro de ladrillos se tratase. E incluso aprendió a pasar la bola decentemente y a jugar en equipo.
El Litros, el veterano, el más mayor de todos, empezó a lubricar sus oxidadas y metalizadas articulaciones, para convertirse en El Latas. Calculador, gritón, peleón, minucioso como un microprocesador, corría de arriba a abajo sin romperse (¡Glória bendita cuando se chocaba con un rival y parecía ni inmutarse!).
Y por último yo, El Loco. Dejé de ser ese miope pupas, que no daba un pase a menos de dos metros, que no sabía ni organzir mi propia locura como para organizar a los demás, eso si no me hacía un esguince, y así pasé a ser El Capitán Hispania, cogí a mis amigos y los convertí en una patria, en algo por lo que luchar cada viernes, una bandera, y gritaba, animaba, no dejaba que se desanimasen, e incluso cuando me tocaban ya estaba agarrando el escudo para repartir.
El Latas y yo éramos la espina dorsal del equipo: organización defensiva y ofensiva.
El Super Hero la chispa, la genialidad y el gol. El Bestia era el muro, el último bastión para parar un contragolpe o lanzarlo. El Brujo era la magia (bueno su: ¡no sé cómo, pero lo ha hecho!), el incombustible luchador.
Y así fue como, durante tres encuentros les dimos a esos creídos de su propia receta:
tres partidos ganados, pero el tercero fue la madre de todas las humillaciones: 13 a 2.
Recuerdo como uno de nuestros rivales (de cuyo nombre prefiero no acordarme) gritaba: ¿Pero qué hacen estos?, ¡no puede ser que estos patanes nos hagan esto!. Y era respondido por uno de sus compañeros, el Bonell (el más agradable, el único de ellos que venía para hacer los famosos tres contra tres, el más cuerdo de nuestros rivales): ¿Tú dónde estabas cuando jugábamos tres contra tres?, ¡pues ellos no han parado de venir!.
Una fea entrada rival (por parte de ese sin nombre) hacia mi, fueron suficientes, para que El Latas (pie en mano) y El Bestia (ladrillo, también en mano) se acercaran al tarao para recriminarle: ¡¡Aquí estamos entre amigos, y a mi un chalado como tu no me jode la pierna, que yo el lunes voy a trabajar, no sé tú!!!... Y sin finalizar el partido lo dimos por acabado.
Aquí tenéis a los componentes del Super Grupo. De izquierda a derecha:
El Super Hero, El Capitán Hispania, El Bestia, La Musa Maravillas de nuestra inspiración futbolera (que a día de hoy ya no está con nosotros, por cierto, si alguien conoce alguna Musa,....que la traiga cuanto antes, por favor). El Latas y El Brujo.
No fue bueno, pero fue lo mejor.
Jar ja jar!! Mu weno, mu ocurrente!!