lunes, julio 27, 2009

El Super Grupo. Años dorados.

Estamos en el año 1999, cuando un grupito de amigos, vulgares y comunes, se demostraron así mismos que no eran tan "mediocres" como pensaban.
Primero fue Litros quien incorporó al Ruso y al Freaky, este hizo lo propio con el Loco, y así hasta el Indio.
Semana tras semana se reunían para disfrutar de unos amistosos partidos de fútbol-sala, en un viernes noche.

Como mandaba la tradición, y después de cada encuentro, el Sil (perdón el Barna) era centro de acogida de esos jóvenes futbolistas abocados al exceso: tapas, la super-completa, cervezas, y turbio, más turbio.
Esa relación se fue consolidando poco a poco, derrota tr
as derrota, fracaso tras fracaso, paliza tras paliza, hasta me atrevería a decir: humillación. Pero a ese grupo de ensimismados deportistas les unía más aún, cuando después del Barna, una extraña devoción alcohólica, y una compartida hemorragia descerebral, que les llevaba al Butiklan (perdón el templo amor, para alguno).
A pesar de las derrotas, nuestro grupo de amigos, seguían haciendo camino, conociéndose y labrándose un inesperado futuro futbolero, sin importarles demasiado las tantísimas derrotas.

En el año 2000, llegaron tiempos difíciles para el Polideportivo de la Marbella (perdón, el centro zen de sudores y pateadas, para otro), y empezaron a faltar gente con la que completar los dos equipos. Aunque no era el caso de nuestro grupo, sinó el de los rivales (por norma), cuando tres o cuatro de ellos, tenían obligaciones con sus respectivos clubs. Que si debían entrenar, que si las novías, que si... vamos los figurines,..bla, bla,...

Pero el grupo seguía intacto. Llegaron los partidos de cuatro contra cuatro, incluso, la modalidad más bestia y absurda: tres contra tres, ¡y sin recortar campo, ni qué gaitas!.
A excepción de algún que otro viernes, en donde se recobrada la normalidad cuando se incluía a gente (no habitual) desesperadamente.
Y el grupo seguía intacto.

Allá por el 2001 y tras unos duros meses de árduos esfuerzos físicos, entrenos pseudo-militares de tres contra tres, y la resistencia mental para no deseperar, la normalidad llegó.
Los figurines y sus amiguetes de toda la vida, volvían a la cancha.

Pero esta vez se encontraron, no con un grupo de mediocres y perdedores, sinó con un Super-Grupo.

El Indio (como su propio nombre indica) dejó de hacer el Indio con el balón
(hasta se tropezaba con él),
para convertirse en el Super Hero, con su Hiper, Mega, Super velocidad se convirtió en el máximo goleador, el esnifabandas, con gran regate, con super visión de gol e instinto letal. La sangre sudámerica y la samba del equipo.
El Freaky dejó de seguir la pelota como un sabueso detrás de un hueso sin saber qué hacer luego con ella, para transformarse en El Brujo, capaz de teletransportarse de un lado a otro de la pista, de la defensa al ataque, y con sus sobrenaturales recuperaciones de balón (¿cómo cojones lo ha hecho?, ¿acaso será magia?), y subía la pelota por su banda hasta la esquina contraria, con su técnica palanca de Oz.
El Ruso dejó de ser ese torpe mastodonte que no sabía como darle al balón, para convertirse en El Bestia, allí donde ponía el pie al contrario, además de coger la pelota, le regalaba la patada, se estrompaba contra él, como si de un muro de ladrillos se tratase. E incluso aprendió a pasar la bola decentemente y a jugar en equipo.
El Litros, el veterano, el más mayor de todos, empezó a lubricar sus oxidadas y metalizadas articulaciones, para convertirse en El Latas. Calculador, gritón, peleón, minucioso como un microprocesador, corría de arriba a abajo sin romperse (¡Glória bendita cuando se chocaba con un rival y parecía ni inmutarse!).

Y por último yo, El Loco. Dejé de ser ese miope pupas, que no daba un pase a menos de dos metros, que no sabía ni organzir mi propia locura como para organizar a los demás, eso si no me hacía un esguince, y así pasé a ser El Capitán Hispania, cogí a mis amigos y los convertí en una patria, en algo por lo que luchar cada viernes, una bandera, y gritaba, animaba, no dejaba que se desanimasen, e incluso cuando me tocaban ya estaba agarrando el escudo para repartir.
El Latas y yo éramos la espina dorsal del equipo: organización defensiva y ofensiva.
El Super Hero la chispa, la genialidad y el gol. El Bestia era el muro, el último bastión para parar un contragolpe o lanzarlo. El Brujo era la magia (bueno su: ¡no sé cómo, pero lo ha hecho!), el incombustible luchador.

Y así fue como, durante tres encuentros les dimos a esos creídos de su propia receta:
tres partidos ganados, pero el tercero fue la madre de todas las humillaciones: 13 a 2.
Recuerdo como uno de nuestros rivales
(de cuyo nombre prefiero no acordarme) gritaba: ¿Pero qué hacen estos?, ¡no puede ser que estos patanes nos hagan esto!. Y era respondido por uno de sus compañeros, el Bonell (el más agradable, el único de ellos que venía para hacer los famosos tres contra tres, el más cuerdo de nuestros rivales): ¿Tú dónde estabas cuando jugábamos tres contra tres?, ¡pues ellos no han parado de venir!.
Una fea entrada rival (por parte de ese sin nombre) hacia mi, fueron suficientes, para que El Latas (pie en mano) y El Bestia (ladrillo, también en mano) se acercaran al tarao para recriminarle: ¡¡Aquí estamos entre amigos, y a mi un chalado como tu no me jode la pierna, que yo el lunes voy a trabajar, no sé tú!!!... Y sin finalizar el partido lo dimos por acabado.


Aquí tenéis a los componentes del Super Grupo. De izquierda a derecha:
El Super Hero, El Capitán Hispania, El Bestia, La Musa Maravillas de nuestra inspiración futbolera (que a día de hoy ya no está con nosotros, por cierto, si alguien conoce alguna Musa,....que la traiga cuanto antes, por favor). El Latas y El Brujo.

No fue bueno, pero fue lo mejor.

miércoles, julio 08, 2009

Mi Ángel. IIª parte.

Era uno de esos domingos, en los que tu casa te pide a gritos un poco más de atención, que debía dedicarme a ella, eso sí, con toda la tranquilidad del mundo y más lo acontecido ese mismo fin de semana.
Un domingo, pero no como otro cualquiera, sinó de esos que hubiera querido haberme esfumado, desaparecido,...apartarme del pasado y arriconconarlo en el bahúl de los recuerdos.
-¡Qué sorpresa!, en mi móvil un sms tuyo.
Por fin respiré el alivio necesitado, mi llamada de socorro escuchada, por fin mi Ángel.
Fue la primera vez que sentí que nos necesitábamos, que necesitábamos vernos, hablar y sobre todo apoyarnos el uno en el otro.

Mis sentidos motrices se revolucionaron. Pasé de la imperiosa necesidad de tomarme las cosas con calma, a saltar de un lado a otro de la casa, limpiando como un poseso, escuchando esa canción que tanto te gusta.

Barcos anclados.
Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando te ví: ¿le doy un abrazo, me abrazará?.
Nada de nada, mucho me tenía que no era el lugar ni el momento más idóneos.
Buscamos cobijo en una solitaria terraza, de un solitario puerto, donde yacían anclados pequeños barcos, veleros,... que bailaban al vaivén de un ligero viento que removía el mar.
Por un instante apareció mi dulce sueño de coger uno de ellos y zarpar, llenándome de calma y
apaciguando mis nervios...(¿le abrazo, me abrazará?).
Los nervios desaparecieron, hasta que, entre frase y frase, conversación tras conversación, reapareció en mi cabeza una importante pregunta que te debía hacer, y que debía aclarar lo antes posible, eso sí, con una cerveza en el estómago y la segunda en la mano. La duda desapareció.
A cada paso, a cada instante de charla, presentía que había algo más en común, entre tú y yo, de lo que nuestros ojos veían. Un susurro en mi cerebro: ¡me gustas, me gustas!.

Hasta que...¡zas!, dije algo, involuntariamente por supuesto, que no debí decir, algo que no te gustó,...y aunque la conversación continuó...
tu muro, de nuevo, se alzó ante mi, y mi escudo se recolocó en posición defensiva.
¡No, no y no!, me negaba rotundamente a que me evaluasen así, a la ligera, sin tener en cuenta todo lo bueno que había hecho. Por un crimen, que nisiquiera sabía cuál era. Así de dramático lo veía, cuando yendo hacia el coche, creía que sería la última vez, una de esas fatídicas rayadas que se convierten en insostenibles montañas. Eso creía...

Sin más palabras, sin más excusas, sin más necesidad de ir detrás de nadie pidiendo perdón,..saqué las llaves del coche y...me dije: "pues vale, hasta aquí, pues hasta aquí".
Pero esa pequeña y recién nacida llama iluminó la oscura noche, iluminó nuestro confuso sendero. Me encendió y sin más armas que las ya usadas, decidí acabar con todo eso... y te abrazé.
De nuevo sentí el calor de tu cuerpo, de tu corazón, de algo que hay y que se resiste a salir,... y una paz profunda envolvió mi mente, hasta que volví a sentir el deseo, como el primer día que te abrazé.


Les gens que j'aime.
Ese algo que hay, escondido y desconocido, nos dijo que si estábamos allí era por algo. Y ese algo no iba a morir así por así.
Sin dudarlo te llevé a un lugar, del cual nos íbamos a acordar siempre, y no por todo lo acogedor, encantador y precioso de dicho pub, sinó por lo que allí ocurriría.

La llama cogía fuerza, y todo gracias a los agradables momentos que están caracterizando nuestra relación. Y más fuerza, tras esquivar en un par de ocasiones, las dudas sobre si realmente sentimos algo más o no.
No me lo pensé la tercera vez, tenía que ser allí, en un lugar mágico, donde las distancias se estrechan y las barreras se desmoronan,...y, ante tus insinuaciones,...

Un beso, tu mordedura, de serpiente,
inyectaba un plácido veneno,
que me paralizaba al instante.
Herido por la fatal picadura,
mi inherte cuerpo,
intentaba responder,
suaves besos,
para calmar a mi
depredador.
Un beso, caníbal,
dispuesto a devorarme,
a comerme cada célula de piel,
de carne, de huesos.
Gravemente herido,
defendiendo mis labios,
con breves pausas,
mientras acariciaba la cara,
de mi fatal
verdugo.
Un beso, un picozato,
de un ave rapaz,
desgarraba, poco a poco,
pequeños trozos de mi alma.
Moribundo...¡Llegaste al fondo de mis entrañas!,
una bestia, dispuesta a contraatacar,
mordisquenado tus labios, tu cuello.
Bestia, loca y sedienta,
dispuesta a presentar batalla.
Un beso, tan tierno y cálido como la noche....
...¿cruzaste tu línea?.



Cruzando la línea.
Como dos aventureros,
perdidos en una recóndita selva,
confundidos, pero alertados,
perdidos en un mundo nuevo.
- Parecía como si te conociera de hace muchos meses. Escuché.
Dos completos desconocidos,
esperando alguna respuesta,
nerviosos, espectantes,
mirando de reojo,
el otro lado del río, del lecho.
- No puedo evitar abrazarte. Escuchaste.
Dos adolescente, cogidos,
sin más en el más allá,
dos inconscientes,
muy conscientes,
que anhelaban abrazarse.
Dos segundos, como horas,
eternas, fugaces.
Era el momento,
entre la temblorosa noche y
el primer haz de luz.
Era el momento,
el águila y el lobo,
reencarnados en sensualidad,
en ganas, juntos, por fin,
enganchados.
Mirandónos a los ojos,
con miradas pueriles,
insensatas,
reviviendo en nuestros pensamientos,
sensaciones olvidadas.
Noches sin dias,
días sin noches.
Extraños sin esperar el alba,
que nos cogió desprevenidos,
y terminó con el hechizo.

Yo sentí traspasar la línea. Un hoguera, potencialmente, pero reprimida, demasiado controlada. Me quitaste el alma, crucé la línea. Te entregué mis labios, ya son tuyos, te entregué mi piel, ya son tuyos, te entregué mi sudor, ya es tuyo, te entregué mis latidos, ya son tuyos,...solo tuyos.

Y tú...¿Cruzaste la línea?
"(Suspiro). Buenos y profundos días...Aquí me tienes, donde el P, tomando mi primer café, en mi nube y con mi ¡¡Chupetón!!. Me encanta tenerte presente, pensar en ti, hablar contigo, nuestros sms,...besarte, cruzar la línea las veces que haga falta. Muac. Es lo que tiene estar enamorándote de alguien. Besos".

Continuará...
(Dedicado a Marta)

martes, julio 07, 2009

¿La Furia de los Dioses?

Año 2002 d.C.
"El mundo Mediterráneo nunca dejó de tener herencia griega, no por el idioma, ni mucho menos, ni por la cultura,... sinó porque en algunos momentos nos siguen dando por ahí"
(NachoRamus).

Iba caminando por el antiguo barrio de la Metropolis con mi amigo Litrón.
Paraje repleto de comercios, tabernas y placenteros lugares donde distraerse, aseaerse,... o disfrutar de los manjares de la vida.

Mi amigo y yo decidimos detener nuestro dicharachero paseo. Al final de una de esas estrechas calles, había una plaza con una típica ibérica terracita, donde decidimos empezar nuestras ofrendas al dios Dionisio.
Mientras hablábamos de nuestras pequeñeces filosóficas sobre la existencia, la honra hacia lo místico y lo divino incrementaba, al mismo tiempo que nuestra bolsa de monedas menguaba.
Tan contento y honrado se sintió Dionisio que nos arrebató hasta la última moneda, para así poner fin a nuestra frenética homilía, dejándola para el siguiente cambio de luna.


Tras percatarme de mi falta de liquidez y de capital, decidí poner fin y hacer caso a la señal de Dionisio. Hestia (diosa de las virtudes domésticas) reclamaba nuestra presencia en nuestros abandonados hogares.
Pero como era de esperar y debido a la debilidad ante la religiosidad, nuestro crepúsculo se nos prolongaría más de la cuenta:

- ¿Otro vino?, pregunté a mi amigo Litrón.
- ¡Por los Dioses!, respondió.
- ¿Vamos a las afueras?
- Si, por el Barrio Ensanchado o por el Campo del Arpa.


Para ello debíamos sacar dinero del banco metropolitano más cercano y que no se nos hiciera más tarde de lo que era.

En el banco central, una enorme estatua de Hermes (dios de la elocuencia y del comercio) nos daba la bienvenida, pero lo encontramos cerrado. No hay dinero.
Fuimos a otras sedes cercanas, y nada de nada,..cerrado.
Ni siquiera el invento de un "genial viajero anglosajón", llamado "dinero plastificado", nos funcionaba.
Y así uno tras otro.

Para colmo, y con la paciencia desmoronándose por momentos, mi burra, algo vieja y cansada, no quería moverse, y menos con dos personas (hecho del cual estaba muy poco acostumbrada).

- ¡¡Maldita burra!!. ¡A ver si algún día me puedo comprar un caballo o un buey!.
Exclamaba poniendo el grito al cielo.

La verdad es que, la pobrecilla, sacaba la lengua, zarandeándola de un lado o otro, y yo sin una maldita moneda para pagarle un poco de agua en ¿cualquier abrevadero?,... ¿en el centro?, pero si no veíamos ni uno. Hasta Poseidón parecía habernos negado de agua.
Gastando todas mis plegarías hacia alguna diosa, tipo "Fortuna", y que los intelectuales aún no habían creado, finalmente arribamos a Campo del Arpa. Allí observamos otro banco...
Miré a Litrón y, ambos, curiosamente, pensamos lo mismo...ahí mismo acabaría nuestra aventurilla, no debíamos enojar más a los dioses.

Mi amigo haría caso a Hestia y a Morfeo, mientras que por mi parte, y tras poder haber saciado la bárbara sed de mi pequeña burra, concedería mis rezos a Apolo, para que así iluminase mi camino de regreso a casa, a la metrópolis extraradial de Cornelia.
Mañana sería otro día, con el permiso de Zeus, por supuesto.