El Principio. Un nuevo mundo.
Atrás, a lo lejos, en el tiempo, observabando un autoretrato: veía mi solitaria pero placentera vida, mi absurda pero tranquila existencia, mi desarrollo personal y, porqué no, mis dosis de excesiva degeneración mental. Inquietudes por un decadente planeta. Mil y un sueños. El disfrute de un efímero espacio de tiempo, una paz comprendida desde el gran fraticidio hasta el segundo aniversario de una jóven independencia:
"Dejé el hogar que me vió crecer, para reclamar mi propia vida. Marché para encontrarme. Porque sabía que, cuando uno huía de sí mismo, tarde o temprano, debía enfrentarse a ese miedo.
Un exilio de maletas. Buenos recuerdos y esperanzas nuevas, para crear mi yo, al margen de un cómodo nido. Pico y pala en el hombro. Sudor en la frente. Actores, soldados, pintores, arquitectos, pescadores,... todo salió por la puerta de atrás, eso sí, juntos y con una sed de ilusiones infinita.
Un pequeña casa tan grande como una isla, como un país, veranos suaves e hinviernos muy fríos. Una habitación llena de perfumes del bosque, orientales pueblos por las paredes, luces de colores iluminando las metropolitanas calles de una ciudad en medio de la sala de estar, un terraza tan grande como un desierto, de frías noches y cálidos días. Un oasis donde descansar. Exotismo, sobriedad. Orden en el caos. Un barco se despide del puerto en el gran lago azúl y se adentra río abajo, atravesando serenamente, cada rincón, cada esquina, esquivando alfombras, mesas y sillas, acantilados, hasta que sale por la puerta donde le espera un desconocido mar abierto, que está ahí fuera, el de cada día.
Suenan trompetas los días de fiesta, serpentinas, comida y bebida para recibir a los invitados. Se danza al son de músicas extrañas, un beso y un abrazo a esa botella, señales de humos, caminando hacia el exceso, momentos de diversión.
Sirenas que me despiertan a media noche y rezumban mis oídos cuando un enemigo me acecha o acecho. Mi todo en guardia o en alerta. Mi mundo en defensa o en ataque. Pasa la amenza o pasa mi cólera. Fracaso o victora. Al final mis ojos descansan.
En la calle, en ese gigantesco mundo hay guerra y discordia, que se debe esquivar, si se puede. Pero también hay paz y cordialidad, que se debe disfrutar. A la calle se sale sin miedo, con la cabeza alta, pero con respeto.
Una tarde dedicada a la política, los asuntos sociales, la economía, las relaciones con los foráneos. Se discute una situación importante en la gran mesa de mármol, sin palabras, se pasan las horas con café y música, armonía, una locura contenida, el ruído está en mi interior.
Amaneceres en la bahía, sentado en la amaca de mi terraza, colgado, en equilibrio, siguiendo con la vista a las aves emigrar hacia rincones más agradables, no tan cálidos. Atardeceres en un balancín, arropado con una fina manta, acompañando en risueños a las aves emigrar hacia paisajes menos severos , no tan frescos.
Un plácida noche de primavera, salimos a patrullar la vida, paseando sigilosamente por la nocturnidad, viento en popa a través de esas hostiles calles oscuras,...una noche de luna llena, en su máximo esplendor, todo esto y mucho más de mi mundo, de repente, cambió.
Sueños del pasado.