domingo, noviembre 04, 2007

El Reino Perdido.

Coge todo el aire que puedas y sumérgete.

Libera tu mortal cuerpo y déjate hundir.

Abre bien los ojos y disfruta del viaje.

No te preocupes si crees ahogarte,

no te preocupes si la corriente te engulle hacia lo más profundo.

Mira bien, al final, en el abismo de mar, verás una luz brillar.

Atraída por su resplandor, serás guiada hasta la gran puerta dorada,

custodiada por dos grandes torres y colorido coral.

Si llamas a la puerta, ahí detrás estaré yo, esperándote.

Una gran estatua, de un Dios olvidado te dará la bienvenida a mi Reino, el Reino sumergido.

Piedra, marfil, cristal. Casas, palacios, templos,...

levantados a ambos lados de la gran avenida.

Las sabinas recubren las aceras con sus azulados pétalos.

La hiedra serpentea por los balcones, las torres y las paredes de esos bellos edificios,

algunos derruidos, ruinosos, abandonados.

Hojas caducas revoloteando, de un lado a otro, arrastradas por un viento imposible.

Las cascadas se abren paso por las grietas de un desquebrajado techo turquesa, iluminado, susurrante

música que rebosa en las fuentes.

A lo lejos, en lo más alto de la colina verás el Palacio Plateado.

Sube la larga escalinata y atraviesa el umbral.

Negros pétalos de rosas ya muertas, esparcidas por el recibidor.

A ambos lados del pasillo observarás tapices de orientales telas,

encerrando preciosas salas,

con camas vestidas de dulce seda y cuadros colgados representando tiempos mejores, resplandecientes.

Al final de tu camino te encontrarás con tres bastos peldaños.

Candelabros plateados sustentan cientos de cirios e iluminan la penumbra.

¡He aquí mi trono!, y yo, el Rey, de nuevo coronado.

En un mundo hundido, decadente y profundo, muy profundo.

¡He aquí yo!, ¿sientes mi presencia?.

Surgido de una molécula de luz y destinado a levantar este Reino,

mi Reino escondido de todo el mundo.

Descansa si te encuentras cansada.

Duerme arropada de cálidas sábanas.

Danza, al son de músicas lejanas y siéntete libre.

Come si estás hambrienta. Bebe si estás sedienta.

Pídeme todos los deseos con los que siempre hallas soñado,

y quizás te los conceda,

a excepción de uno, sólo uno:...

Todo es cuestión de tiempo, sólo necesito recobrar la fe de mi Dios olvidado.

(Gracias a Dave Gahan).