condiciones, pero si un día se desengaña y la pierde, no la podrá recuperar comprándola, ni la mejor imaginación la devuelva, sinó que se la deben entregar, y esta entrega requiere de paciencia y esfuerzo, valores difíciles de tener.
"Última Oportunidad".
La espera, sumergido en los abismos más oscuros, terminó. Demasiado tiempo oculto en la sombra. Demasiado tiempo escondido, con fugaces escapadas al cielo, siempre azul, hasta que tuve mi oportunidad, y la angustiosa espera se acabó.
Conseguí la victoria para mi corazón.
Del gran salto llegué a donde solo se puede soñar. Tuve la glória en mis manos. Pero todo lo que sube baja, es cíclico. De nuevo equivocado, me dí cuenta que no estaba tan alto. Dos golpes fueron suficientes para hacerme descender en picado, me resentía de ello y pretendía subir, y exigía combustible para ese motor, y exigía más, para no descender y seguir mirando lo más alto. Cometí el error fatal, tras dos años de encrudecida guerra. De anhelar conquistar un amor, pasé a querer saciar el mio. Obsesionado con mi amor no correspondido, mirando la manera de satisfacerlo. Sin importarme que amar significa dar sin esperar recibir. Luché para hacer entender unas creencias y las acabé dejando de lado, a medida que me cansaba. Luché por estar compartiendo y vivir una vida, acabé matando y ahogando esa vida. Quería levantar y lo único que hice fue demoler. Quería compartir y acabé siendo egoísta. El honor por los suelos. Pedí compañia y obtuve soledad. Y lo peor de todo es que cometí la atrocidad de destruirme a mi mismo, la guerra llegó a mi propio hogar. Dejé de ser lo que quería ser y empezé a ser lo que no quería ser. De ser llamado ángel, pasé a demonio. De una cosa estaba seguro y de la que yo no soy sólo el único culpable: nunca se tenía que haber empezado esa maldita guerra.
Perdí la ilusión hace diez años, murió un romántico apasionado. Renació. Perdí la ilusión hace cinco años, murió un romántico apasionado. Renació. Ahora no sólo pierdo la ilusión sinó la esperanza, muere un romántico apasionado. ¿Renacerá?. No tengo esperanzas.
"Apocalipsis".
Locura.
Las sirenas de alarma venían sonando desde la salida del sol, sirenas de auxilio que no encontraron respuesta, esperando una llamada que llegó tarde, y a medida que pasaban las horas hacía presagiar lo peor.
Las voces altas, en forma de grito, de desprecio, se transformaron en bombarderos con la isignia del dolor dibujada en sus alas. Volaron hacia las dos ciudades más grandes de mi mundo: el corazón y la razón. Descargaron sobre ellas lo que nunca antes habían descargado: explosiones, incendios, destrucción.
Los malos gestos, miradas de furia, de descontento, se transformaron en barcos hizando la bandera del dolor. Apuntaron sus pesados cañones hacia otras poblaciones como la alegria, la serenidad y la paz. Descargando sobre ellas más explociones e incendios.
Por si era poco, los golpes, las pataletas, los roces deshonrrosos, se transformaron en los cañones de una infanteria enloquecida, que apoyaba el brutal bombardeo desde las afueras de las ciudades, aniqulando la posible salida de las mismas a aquel que quisiera salvar su vida, de un mundo en llamas.
Una gran humareda se propagaba por cada rincón de mi pequeña isla, vista desde decenas de kilómetros mar adentro.
Horror.
Fuego, lágrimas, sangre, mutilaciones, muerte.
La gente gritaba, su gente y mi gente (aquellos que se unieron meses atrás, para labrar un destino, nunca fácil) estaban atrapados por el absurdo de los celos, la desconfianza, la falta de compromiso, malos entendidos, malas interpretaciones, cansancio, desacuerdos, etc...
La cara perdida de unos niños, en el silencio, sin entender lo que ocurría en sus pequeños mundos.
¿Por qué no se paró el fraticida ataque?, ¿por qué no se extendía la mano de la bondad?, ¿por qué nos hacemos daño?.
Los equipos de salvamento no funcionaron, porque fueron también aniquilados, ninguno de ellos se salvó de las bombas. Sin agua y con los sumistros cortados, las ciudades quedaron a merced del fuego, del hambre. Cuarenta y ocho horas fueron más que suficientes para convertir en cenizas años enteros de didicación y esfuerzo.
Aniquilé lo malo y lo bueno de una relación. Devasté lo malo y lo bueno de mi mundo.